Hace semanas que no posteo algo y la nota que tenía planeada está algo congelada. Así que les dejó un cuento corto que escribí hace un tiempo.
Días y noches han pasado en este mundo, miles
de ellos han caminado por el sendero del tiempo que ha mantenido a este planeta
en movimiento. Días y noches han desfilado casi eternamente en esta tierra;
pero esta es la última noche, la noche anterior al último amanecer.
En las afueras de una ciudad olvidada hay una
alta torre construida en obsidiana, más negra que la noche, más oscura que el
abismo más profundo. Nada en particular resaltaba en ella, ni ornamentos, ni
colores radiantes; lo que más sorprendía era su composición. Estaba lisa y
pulida, de un negro profundo y solo estaba compuesta de obsidiana, nada más.
Una única ventana iluminada se vislumbraba en ella, el resto del gran pilar
parecía carecer de aberturas, puertas u otras ventanas.
Quien la construyó y cuando, nadie lo sabe.
La ventana iluminada por la luz de una vela
comunicaba con un cuarto espacioso. En el cuarto se encontraba una niña sentada
en el suelo. La niña escribía con una pluma en una hoja de papel, escribía con
mucho esmero y entusiasmo ya que sabía que aquella era su última noche.
La habitación era negra, sólo la pila de papel
inmaculado y la figura de la niña contrastaban con los oscuros pisos y paredes
de piedra. La niña llevaba un vestido blanco de complejo diseño, de una época
ya olvidada, medias ajustadas a las pantorrillas, zapatos negros y un lazo azul
marino en el cuello. Su cabello era de un maravilloso color rojizo y sus ojos
de un gris intenso.
La niña escribía y escribía como en un trance.
Se detenía de vez en cuando para calcular en que momento de la noche se
encontraba, la hora como solían llamarlo en esa época. No hay tiempo que
perder, hay que seguir escribiendo.
Una pequeña pausa, la hoja esta completa. Es
el momento de practicar. La niña se pone de pie y sostiene el trozo de papel
con ambas manos. Entonces comienza a recitar y poco a poco cada palabra toma
ritmo, nace una canción.
“No sirve” susurra, hace una pelota con el
papel y la arroja por la ventana. La canción no es perfecta para ella. “Esta
melodía tiene que expresar todos los sentimientos en una sola canción. Alegría,
tristeza, melancolía, furia, esperanza. Tiene que ser la pieza maestra” Exclama
para si. Toma las hojas del suelo y las lleva a una pequeña mesa casi imperceptible
en un rincón. Toma asiento y continúa escribiendo.
Una melodía que exprese todas las emociones no
era algo imposible, pero para una chica de tiernos 14 años era algo complicado
de lograr. Incluso para una prodigio como ella. Sin embargo ella estaba decidida,
escribía y escribía sin parar, pensando las palabras con cuidado para no tener
que desperdiciar hojas en vano. Los temas sobre los que escribía no eran en
absoluto mundanos ni evocaban una vanidad sin sentido. Sus canciones eran un
hermoso arte que transportaba a quien las escuchaban a otros mundos, mundos de
magia y leyendas sin iguales. Algunas hablaban de enamorados separados por el
destino, la muerte o la guerra; algunas de guerreros que sacrificaban tanto su
felicidad como su vida por proteger el mundo en el que vivían; otras tan solo
se internaban en los corazones de algún personaje.
Y muy pocas de ellas expresaban lo que su
corazón vivía, experimentaba y sufría.
“Familia? No la recuerdo. Amigos? No los
recuerdo. Alguien a quien haya amado? No lo sé. Sin embargo, amo este mundo y
las seres que lo habitan”.
Esas eran las respuestas que daba a las
preguntas sobre su persona. Porque escribe canciones? Porque disfruta de crear
mundos fantásticos y que sus mundos se formen dentro de la mente de quienes la
escuchan. Hoy escribe por el simple hecho de que es hoy. Cada día es una
historia nueva que cantar, un día un nuevo mundo que crear.
Sin embargo, ese día fue más difícil que de
costumbre. Ninguna historia la complacía completamente. Las composiciones no se
adaptaban al ritmo de la canción y la canción no se amoldaba a la letra
compuesta.
Una hoja, dos hojas, cuatro, ocho… muchas
fueron desechadas por la ventana o quemadas en la vela que daba luz a la niña
durante las horas nocturnas. No sabia que hacer, empezaba a dudar y empezaba a
tener miedo de perder el tiempo que le quedaba.
Entonces de la duda nació la luz y se
desarrolló convirtiéndose en una idea innovadora, al menos para ella.
“Si una canción no logra la perfección, un
recital compuesta de todas ellas logrará expresar lo que deseo mostrar”
Ahora si estaba realmente lista. Pluma en
mano, la vista fija en la hoja, la otra mano sostiene el tintero, la espalda
esta recta sobre el respaldo del asiento. La niña esta decidida a esforzarse
todo lo que pueda en esta noche.
Ya que mañana no habrá otra noche, ya que
mañana es el último amanecer. Y mañana…
Es el fin del mundo.
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